Piaroas
Chamanería y salud:
Los Piaroa tienen un marcado
discurso sobre la importancia de vivir una vida apacible y la violencia física
es rara en su sociedad –si bien como vimos son mucho más conflictivos a nivel
metafísico. A los niños se les refuerza desde pequeños la necesidad de
autocontrolarse y un buen líder es una persona que come, habla y actúa con
moderación. Idealmente, el líder es alguien que decide por consenso y sin
atención a sus propios intereses. Ciertas normas de etiqueta, como la que
sugiere no mirar a la gente a los ojos cuando se habla, son usadas como
indicadores de autocontrol. No saber vivir en armonía con los parientes es la
forma más común de locura (de’a ituna) que es causada a menudo, aunque no siempre,
por efecto de la brujería (jeputicuinäcu, jerusa cuahua).
El chamanismo es
quizá el área donde este discurso del autocontrol es más fuerte, pues es
también el área donde el descontrol trae los resultados más nefastos. Los chamanes obtienen su poder (märipä) del märipä pabare o
me¸ ye¸ pabare, un sitio mágico donde se encuentra el conocimiento que les
permite ver la realidad subyacente al mundo físico. Manipulando los elementos
de este mundo simbólico promueven la salud, restableciendo la armonía, o causan
daño, desatando fuerzas que no están bajo el control de los demás mortales,
cuya expresión más frecuente es la enfermedad. Por ello, la educación de un
futuro chamán está orientada a reforzar y medir su capacidad de autocontrol y
resistencia. Un chamán descontrolado es peligroso porque desata fuerzas que no
está en capacidad de aplacar, por lo que puede causar grandes penurias a su
propia gente.
Si bien el chamanismo piaroa envuelve a toda la sociedad de
cierta forma, está compuesto por dos especialistas principales, que son
mutuamente dependientes y a menudo trabajan juntos: el me¸ ye¸ruhua, dueño o
señor del canto, y el yu¸ huä¸ huä¸ruhua, dueño o señor del yopo. Los primeros
curan por medio del canto nocturno y el soplo de agua; son chamanes con una
capacidad de curación –y por tanto de agresión– limitada, por lo que son
frecuentemente descritos como “chamanes buenos”. El segundo, el yu¸ huä¸
huä¸ruhua, es la máxima autoridad ritual en el mundo piaroa y tiene un gran
poder de curación y destrucción. Para llegar a ser yu¸ huä¸ huä¸ruhua, un me¸
ye¸ruhua debe prepararse por años y cumplir con un riguroso entrenamiento a
cargo de un yu¸ huä¸ huä¸ruhua experimentado.
Es por esto que el märipa teäu,
la prueba de iniciación varonil y momento en el cual se selecciona a los
jóvenes que tienen facultades para ser iniciados en la chamanería, es
básicamente una prueba de resistencia al dolor y autocontrol. Los chamanes
suelen trabajar en conjunto y complementarse en la trata de pacientes o para
realizar rituales de otro tipo. De esta manera no sólo unen sus fuerzas y conocimientos
sino que se protegen unos a otros durante el trance ritual, que es el momento
en el cual un chamán es más susceptible de ser atacado por otros chamanes o
espíritus malignos. Los me¸ ye¸ruhua, por otro lado, buscan el apoyo y la guía
de un yu¸ huä¸ huä¸ruhua de prestigio y suelen asistirlo en la realización de
rituales importantes, como el idäyä tekähuäruhua, una importante fase del ritual
de curación que se lleva a cabo en los saltos de agua. Los me¸ ye¸ruhua también
suelen acudir a un yu¸ huä¸ huä¸ruhua prestigioso en busca de ayuda, para
aclarar un diagnóstico complicado, por ejemplo (ver Rodd 2004: 40). Entre estos
dos especialistas se establece así una relación parecida a la del médico y el
enfermero. En este esquema jerárquico de mutuas asistencias profesionales
algunas veces se insertan los Auxiliares de Medicina Simplificada, como veremos
más adelante, y en menor medida algunos (poquísimos) médicos residentes en las
comunidades (llevados ahí por las misiones gubernamentales de los últimos años).
Las drogas alucinógenas y los estados de conciencia alterada juegan un papel
central en las prácticas chamánicas piaroa y) ha sugerido que éstas también
inciden en su efectividad curativa sobre los pacientes. Las drogas comúnmente
utilizadas por los chamanes incluyen: 1) el tabaco (jättei), fumado en forma de
grandes habanos, chupado como chimó o bebido con agua; 2) el caapi (tuhuipä
sa¸ri), preparado de la corteza de Banisteriopsis caapi, masticado o bebido; 3)
el yopo (yu¸ huä¸), preparado con las semillas de Anadenanthera peregrina;
inhalado en polvo; y 4) el dädä, preparado de la corteza de Malouetia sp., que
es bebido. Estas drogas se toman frecuentemente en combinación, lo que produce
fuertes visiones y sonidos que son interpretados por los chamanes en base a sus
conocimientos de la simbología mítica y cultural piaroa, así como a las
dinámicas sociales que rodean al paciente y la enfermedad. Basado en una
interesante revisión de literatura biomédica y neuroquímica, Rodd (2004) ha
propuesto que bajo el estímulo químico de las drogas los chamanes logran
estados alterados de funcionamiento cerebral (más agudos desde el punto de
vista simbólico-analítico), o modos integrativos de conciencia (cf. Winkelman
2000), que aumentan su capacidad de interpretación de los elementos
socio-culturales e individuales relacionados con la enfermedad. Este estado de
conciencia alterada les permite identificar las condiciones psicosomáticas
patológicas que generan el estado de la enfermedad y encontrar así estrategias
de adaptación psicosocial que permitan resolver el problema.
La cura chamánica
tiene una incidencia directa sobre el entramado social de la enfermedad, lo que
incide, de manera directa o no, sobre las perspectivas de la curación y la
sensación de “bienestar” del paciente. El rito curativo puede durar horas o
días, e incluso meses, dependiendo de la complejidad del caso y del ritmo de
recuperación del paciente. En los casos más sencillos el chamán baña al enfermo
con humo de tabaco, extrae los agentes patógenos (representados por un cristal
de cuarzo u otro tipo de piedra) del interior de su cuerpo y los despedaza o
limpia con su soplo. Los casos más complicados requieren una (o más) sesión(es)
de cantos (me¸ye¸ paü) que pueden tomar toda la noche y no terminan hasta bien
entrado el día siguiente.
Los cantos prolongados proceden a ritmos
intermitentes, alternando períodos de canto con períodos de descanso
silencioso, durante los cuales el chamán y su(s) acompañante(s) ingieren drogas
para incrementar sus visiones. Los casos más graves requieren de un ritual
especial en un raudal durante las horas del día, el idäyä tekähuäruhua, en el
que se baña al paciente mientras se invoca la ayuda de los espíritus asociados
a las rocas, y culmina con una pelea ritual con los agentes malignos. Los
chamanes tienen un repertorio muy amplio de cantos sagrados que aprenden
durante su largo proceso de formación. Estos cantos tienen funciones
específicas y varían, por ejemplo, según el tipo de enfermedad, la etapa del
proceso de curación o si el tratamiento es preventivo o terapéutico. Aunque
algunos autores han afirmado que el canto piaroa es reminiscente de un lenguaje
ancestral (Overing y Kaplan 1988; Oldham 1997) no hay estudios sistemáticos de
las características gramaticales, lexicales, semánticas, temáticas o
estilísticas de estas narrativas que sostengan tal afirmación. Según nuestras experiencias
casuales, los cantos varían mucho de un chamán a otro y de un caso al
siguiente.
En algunos casos, el monólogo cantado es más bien una explicación de
la causa de la enfermedad y del compromiso del chamán por resolver el problema,
aunque más frecuentemente hacen referencia a los dioses o seres primordiales y
su poder curativo, especialmente a Chejeru, la creadora y maestra de muchos
(aunque no todos) los cantos piaroa. Los cantos también recuentan episodios
mitológicos y en tal sentido sirven para ligar la historia mitológica a las
visiones actuales del chamán. Otros cantos enuncian los lugares sagrados,
especialmente las montañas märihue’ca, en las que tuvieron lugar los diferentes
actos de la creación del mundo, o los ttü¸ ä¸ nä¸ huo¸ me, en donde se
encuentran sus familiares muertos, aludiendo al viaje del chamán al mundo
espiritual y al encuentro con sus poderes aliados.
Los cantos también se
emplean para purificar la carne y/o curar las enfermedades asociadas a su
consumo. En estos casos generalmente hacen referencia al animal, sus sonidos,
movimientos, conductas, morfología, sus amos y sus moradas. Otras veces los
chamanes parecen canturrear melodías sin articular palabras específicas, aunque
ellos sostienen que sus cantos siempre “tienen su lenguaje”. Debido a que los
Piaroa asocian el lenguaje (ihuene) al pensamiento y éste al poder de creación
o acción, es válido asumir que la palabra inscrita en el canto constituye una
parte esencial del diagnóstico y la terapia chamánica. El canto transmite el
poder del chamán y sus aliados a elementos de la naturaleza que son tan
necesarios para la vida como peligrosos, liberándolos así de su potencial
contaminante; convirtiendo el agua impura en pura, descontaminando la comida,
propiciando la producción sostenida de los recursos silvestres, dirigiendo la
fuerza de las drogas hacia los resultados deseados y reforzando la resistencia
inmunológica del cuerpo y el espíritu de los parientes cercanos.
Los chamanes y
sus ayudantes cuentan con varios objetos rituales o armas mágicas, tanto
defensivas como ofensivas, que emplean durante sus batallas contra los
hechiceros malvados y sus agentes patógenos. El arma más común es el
huänäriso’qui, un cristal que los chamanes lanzan a través de una cerbatana o
un arco imaginario. Muchas enfermedades son atribuidas a cristales de este
tipo, que algún ente maligno ha arrojado al cuerpo de la víctima. El curandero
suele mostrar estos cristales a los presentes una vez extraídos del cuerpo del
enfermo, como prueba de su poder y de la inminente cura. Otras piedras-contra
empleadas como proyectiles son: el ojuodaä ido’qui “piedra de la
danta-anaconda”, reyo ido’qui “piedra del hombre salvaje”, y huaruna ido’qui
(un tipo de cristal).
El rediyu o maraca, rellena con pequeñas piedras llamadas
yu¸ri¸yu¸ ido’qui, es otra arma curativa que puede absorber cualquier tipo de
enfermedad. El humo de märuhuä o caraña (resina de Protium carana) también se
aplica para preparar al enfermo para la operación curativa, así como para
espantar a los espíritus malignos.
Adicionalmente, el chamán tiene varios
adornos mágicos que lo protegen de sus enemigos, que incluyen: el yähuäcä,
hecho del fruto negro de forma cónica de una palma (no identificada); el
colmillo de cochino domesticado, el collar de dientes de báquiro y una totuma o
uña de cachicamo gigante rellena con yähuina, polvo de las hojas y raíces de
Caladium bicolor. Las drogas y los cantos sagrados permiten al chamán emprender
el viaje al märipä pabare, ubicado en el cielo, donde se encuentra con sus
aliados espirituales –los ttü¸ ä¸nä¸ hua(tü) y jä¸ do¸ cuä¸tü– y pelear con
otros chamanes y entes enemigos, pa’yu’ra’, märipä, etc. Las puertas de entrada
y salida del märipä pabare se ubican en la puesta y la salida del sol
respectivamen- 176 te. Este lugar mágico consiste de tres niveles o capas
superpuestas. De abajo hacia arriba, el primero, que algunos informantes llaman
me¸ ye¸ pabare, corresponde a los picos de las montañas, a donde puede llegar
(casi) cualquier persona que tome las drogas sagradas, aún sin tener un gran
poder chamánico, como por ejemplo los me¸ ye¸ruhuä sin mucho renombre. Desde
este nivel el chamán tiene una vista clara del mundo terrenal, de las personas
y los demás seres que habitan el bosque, así como de todo lo que ha ocurrido en
el pasado, lo que está ocurriendo en el presente y lo que sucederá en el
futuro.
Pero sólo los chamanes entrenados pueden interpretar correctamente esas
visiones y con ello determinar las causas de las enfermedades y males que
afligen a las personas. El segundo nivel es el lugar donde se efectúa la
curación, concebido como un campo de batalla (y salvación) donde los chamanes
confrontan –y se espera que derroten– a las fuerzas del mal y la enfermedad.
Este nivel está ubicado en el cielo, más allá de las nubes, y sólo es accesible
a los yu¸ huä¸ huä¸ruhuä experimentados y poderosos, los que dominan el märipä
, que es el máximo poder chamá- nico que permite ver lo invisible y manipular
las fuerzas incontrolables del bien y del mal. Allí las fuerzas espirituales
antagónicas viven en permanentes luchas y constituye la región más peligrosa
tanto para el curandero como para el paciente, pues es ahí donde se decide el
resultado de su tratamiento. El tercer nivel, que corresponde al nivel en el
que se ubican el sol, la luna, las estrellas y otros cuerpos celestiales, no es
accesible ni a los humanos (o sus espíritus) ni a los chamanes.
Este es un
plano privativo de los dioses ttü¸ ä¸nä¸ hua(tü), quienes vigilan y cuidan las
acciones de los espíritus y fuerzas subordinadas. Finalmente, además de las
funciones curativas, los chamanes piaroa juegan un papel central en la
regulación del equilibrio ecológico y social de sus comunidades, que como vimos
antes constituyen una parte importante de la salud, en el sentido más amplio.
Por un lado, los chamanes armonizan la relación de sus comunidades con el
entorno, garantizando entre otras cosas la abundancia de los recursos que
posibilitan la vida, tales como los animales de caza y las plantas que comen
estos animales y las personas. Por otro lado, los chamanes –y el miedo que
inspiran los brujos enemigos y los seres malignos, especialmente en el pasado–
garantizaban las bases de la continuidad social, pues hacían que los jóvenes
respetaran a sus mayores y eligieran seguir las normas de la buena conducta de
la comunidad. Muchos ancianos atribuyen el creciente deterioro ambiental,
reflejado en el agotamiento de algunos ríos y la merma en la cacería, así como
el comportamiento antisocial de la juventud –visible en el incremento del
alcoholismo y la violencia intracomunitaria– a la decadencia de la chamanería y
la supeditación de sus poderes a los del dios cristiano.
LOS PIAROA ( H u o̧t t ü̧j a / ̧
D e ’ a r u h u a )1 Germán Freire y Stanford Zent 2007
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