viernes, 28 de agosto de 2015

Piaroas Chamanería y salud

Piaroas

 Chamanería y salud:

Los Piaroa tienen un marcado discurso sobre la importancia de vivir una vida apacible y la violencia física es rara en su sociedad –si bien como vimos son mucho más conflictivos a nivel metafísico. A los niños se les refuerza desde pequeños la necesidad de autocontrolarse y un buen líder es una persona que come, habla y actúa con moderación. Idealmente, el líder es alguien que decide por consenso y sin atención a sus propios intereses. Ciertas normas de etiqueta, como la que sugiere no mirar a la gente a los ojos cuando se habla, son usadas como indicadores de autocontrol. No saber vivir en armonía con los parientes es la forma más común de locura (de’a ituna) que es causada a menudo, aunque no siempre, por efecto de la brujería (jeputicuinäcu, jerusa cuahua). 


El chamanismo es quizá el área donde este discurso del autocontrol es más fuerte, pues es también el área donde el descontrol trae los resultados más nefastos. Los chamanes obtienen su poder (märipä) del märipä pabare o me¸ ye¸ pabare, un sitio mágico donde se encuentra el conocimiento que les permite ver la realidad subyacente al mundo físico. Manipulando los elementos de este mundo simbólico promueven la salud, restableciendo la armonía, o causan daño, desatando fuerzas que no están bajo el control de los demás mortales, cuya expresión más frecuente es la enfermedad. Por ello, la educación de un futuro chamán está orientada a reforzar y medir su capacidad de autocontrol y resistencia. Un chamán descontrolado es peligroso porque desata fuerzas que no está en capacidad de aplacar, por lo que puede causar grandes penurias a su propia gente. 


Si bien el chamanismo piaroa envuelve a toda la sociedad de cierta forma, está compuesto por dos especialistas principales, que son mutuamente dependientes y a menudo trabajan juntos: el me¸ ye¸ruhua, dueño o señor del canto, y el yu¸ huä¸ huä¸ruhua, dueño o señor del yopo. Los primeros curan por medio del canto nocturno y el soplo de agua; son chamanes con una capacidad de curación –y por tanto de agresión– limitada, por lo que son frecuentemente descritos como “chamanes buenos”. El segundo, el yu¸ huä¸ huä¸ruhua, es la máxima autoridad ritual en el mundo piaroa y tiene un gran poder de curación y destrucción. Para llegar a ser yu¸ huä¸ huä¸ruhua, un me¸ ye¸ruhua debe prepararse por años y cumplir con un riguroso entrenamiento a cargo de un yu¸ huä¸ huä¸ruhua experimentado.


 Es por esto que el märipa teäu, la prueba de iniciación varonil y momento en el cual se selecciona a los jóvenes que tienen facultades para ser iniciados en la chamanería, es básicamente una prueba de resistencia al dolor y autocontrol. Los chamanes suelen trabajar en conjunto y complementarse en la trata de pacientes o para realizar rituales de otro tipo. De esta manera no sólo unen sus fuerzas y conocimientos sino que se protegen unos a otros durante el trance ritual, que es el momento en el cual un chamán es más susceptible de ser atacado por otros chamanes o espíritus malignos. Los me¸ ye¸ruhua, por otro lado, buscan el apoyo y la guía de un yu¸ huä¸ huä¸ruhua de prestigio y suelen asistirlo en la realización de rituales importantes, como el idäyä tekähuäruhua, una importante fase del ritual de curación que se lleva a cabo en los saltos de agua. Los me¸ ye¸ruhua también suelen acudir a un yu¸ huä¸ huä¸ruhua prestigioso en busca de ayuda, para aclarar un diagnóstico complicado, por ejemplo (ver Rodd 2004: 40). Entre estos dos especialistas se establece así una relación parecida a la del médico y el enfermero. En este esquema jerárquico de mutuas asistencias profesionales algunas veces se insertan los Auxiliares de Medicina Simplificada, como veremos más adelante, y en menor medida algunos (poquísimos) médicos residentes en las comunidades (llevados ahí por las misiones gubernamentales de los últimos años).


Las drogas alucinógenas y los estados de conciencia alterada juegan un papel central en las prácticas chamánicas piaroa y) ha sugerido que éstas también inciden en su efectividad curativa sobre los pacientes. Las drogas comúnmente utilizadas por los chamanes incluyen: 1) el tabaco (jättei), fumado en forma de grandes habanos, chupado como chimó o bebido con agua; 2) el caapi (tuhuipä sa¸ri), preparado de la corteza de Banisteriopsis caapi, masticado o bebido; 3) el yopo (yu¸ huä¸), preparado con las semillas de Anadenanthera peregrina; inhalado en polvo; y 4) el dädä, preparado de la corteza de Malouetia sp., que es bebido. Estas drogas se toman frecuentemente en combinación, lo que produce fuertes visiones y sonidos que son interpretados por los chamanes en base a sus conocimientos de la simbología mítica y cultural piaroa, así como a las dinámicas sociales que rodean al paciente y la enfermedad. Basado en una interesante revisión de literatura biomédica y neuroquímica, Rodd (2004) ha propuesto que bajo el estímulo químico de las drogas los chamanes logran estados alterados de funcionamiento cerebral (más agudos desde el punto de vista simbólico-analítico), o modos integrativos de conciencia (cf. Winkelman 2000), que aumentan su capacidad de interpretación de los elementos socio-culturales e individuales relacionados con la enfermedad. Este estado de conciencia alterada les permite identificar las condiciones psicosomáticas patológicas que generan el estado de la enfermedad y encontrar así estrategias de adaptación psicosocial que permitan resolver el problema. 


La cura chamánica tiene una incidencia directa sobre el entramado social de la enfermedad, lo que incide, de manera directa o no, sobre las perspectivas de la curación y la sensación de “bienestar” del paciente. El rito curativo puede durar horas o días, e incluso meses, dependiendo de la complejidad del caso y del ritmo de recuperación del paciente. En los casos más sencillos el chamán baña al enfermo con humo de tabaco, extrae los agentes patógenos (representados por un cristal de cuarzo u otro tipo de piedra) del interior de su cuerpo y los despedaza o limpia con su soplo. Los casos más complicados requieren una (o más) sesión(es) de cantos (me¸ye¸ paü) que pueden tomar toda la noche y no terminan hasta bien entrado el día siguiente. 
Los cantos prolongados proceden a ritmos intermitentes, alternando períodos de canto con períodos de descanso silencioso, durante los cuales el chamán y su(s) acompañante(s) ingieren drogas para incrementar sus visiones. Los casos más graves requieren de un ritual especial en un raudal durante las horas del día, el idäyä tekähuäruhua, en el que se baña al paciente mientras se invoca la ayuda de los espíritus asociados a las rocas, y culmina con una pelea ritual con los agentes malignos. Los chamanes tienen un repertorio muy amplio de cantos sagrados que aprenden durante su largo proceso de formación. Estos cantos tienen funciones específicas y varían, por ejemplo, según el tipo de enfermedad, la etapa del proceso de curación o si el tratamiento es preventivo o terapéutico. Aunque algunos autores han afirmado que el canto piaroa es reminiscente de un lenguaje ancestral (Overing y Kaplan 1988; Oldham 1997) no hay estudios sistemáticos de las características gramaticales, lexicales, semánticas, temáticas o estilísticas de estas narrativas que sostengan tal afirmación. Según nuestras experiencias casuales, los cantos varían mucho de un chamán a otro y de un caso al siguiente.

En algunos casos, el monólogo cantado es más bien una explicación de la causa de la enfermedad y del compromiso del chamán por resolver el problema, aunque más frecuentemente hacen referencia a los dioses o seres primordiales y su poder curativo, especialmente a Chejeru, la creadora y maestra de muchos (aunque no todos) los cantos piaroa. Los cantos también recuentan episodios mitológicos y en tal sentido sirven para ligar la historia mitológica a las visiones actuales del chamán. Otros cantos enuncian los lugares sagrados, especialmente las montañas märihue’ca, en las que tuvieron lugar los diferentes actos de la creación del mundo, o los ttü¸ ä¸ nä¸ huo¸ me, en donde se encuentran sus familiares muertos, aludiendo al viaje del chamán al mundo espiritual y al encuentro con sus poderes aliados.




Los cantos también se emplean para purificar la carne y/o curar las enfermedades asociadas a su consumo. En estos casos generalmente hacen referencia al animal, sus sonidos, movimientos, conductas, morfología, sus amos y sus moradas. Otras veces los chamanes parecen canturrear melodías sin articular palabras específicas, aunque ellos sostienen que sus cantos siempre “tienen su lenguaje”. Debido a que los Piaroa asocian el lenguaje (ihuene) al pensamiento y éste al poder de creación o acción, es válido asumir que la palabra inscrita en el canto constituye una parte esencial del diagnóstico y la terapia chamánica. El canto transmite el poder del chamán y sus aliados a elementos de la naturaleza que son tan necesarios para la vida como peligrosos, liberándolos así de su potencial contaminante; convirtiendo el agua impura en pura, descontaminando la comida, propiciando la producción sostenida de los recursos silvestres, dirigiendo la fuerza de las drogas hacia los resultados deseados y reforzando la resistencia inmunológica del cuerpo y el espíritu de los parientes cercanos. 


Los chamanes y sus ayudantes cuentan con varios objetos rituales o armas mágicas, tanto defensivas como ofensivas, que emplean durante sus batallas contra los hechiceros malvados y sus agentes patógenos. El arma más común es el huänäriso’qui, un cristal que los chamanes lanzan a través de una cerbatana o un arco imaginario. Muchas enfermedades son atribuidas a cristales de este tipo, que algún ente maligno ha arrojado al cuerpo de la víctima. El curandero suele mostrar estos cristales a los presentes una vez extraídos del cuerpo del enfermo, como prueba de su poder y de la inminente cura. Otras piedras-contra empleadas como proyectiles son: el ojuodaä ido’qui “piedra de la danta-anaconda”, reyo ido’qui “piedra del hombre salvaje”, y huaruna ido’qui (un tipo de cristal).
El rediyu o maraca, rellena con pequeñas piedras llamadas yu¸ri¸yu¸ ido’qui, es otra arma curativa que puede absorber cualquier tipo de enfermedad. El humo de märuhuä o caraña (resina de Protium carana) también se aplica para preparar al enfermo para la operación curativa, así como para espantar a los espíritus malignos. 


Adicionalmente, el chamán tiene varios adornos mágicos que lo protegen de sus enemigos, que incluyen: el yähuäcä, hecho del fruto negro de forma cónica de una palma (no identificada); el colmillo de cochino domesticado, el collar de dientes de báquiro y una totuma o uña de cachicamo gigante rellena con yähuina, polvo de las hojas y raíces de Caladium bicolor. Las drogas y los cantos sagrados permiten al chamán emprender el viaje al märipä pabare, ubicado en el cielo, donde se encuentra con sus aliados espirituales –los ttü¸ ä¸nä¸ hua(tü) y jä¸ do¸ cuä¸tü– y pelear con otros chamanes y entes enemigos, pa’yu’ra’, märipä, etc. Las puertas de entrada y salida del märipä pabare se ubican en la puesta y la salida del sol respectivamen- 176 te. Este lugar mágico consiste de tres niveles o capas superpuestas. De abajo hacia arriba, el primero, que algunos informantes llaman me¸ ye¸ pabare, corresponde a los picos de las montañas, a donde puede llegar (casi) cualquier persona que tome las drogas sagradas, aún sin tener un gran poder chamánico, como por ejemplo los me¸ ye¸ruhuä sin mucho renombre. Desde este nivel el chamán tiene una vista clara del mundo terrenal, de las personas y los demás seres que habitan el bosque, así como de todo lo que ha ocurrido en el pasado, lo que está ocurriendo en el presente y lo que sucederá en el futuro.

 Pero sólo los chamanes entrenados pueden interpretar correctamente esas visiones y con ello determinar las causas de las enfermedades y males que afligen a las personas. El segundo nivel es el lugar donde se efectúa la curación, concebido como un campo de batalla (y salvación) donde los chamanes confrontan –y se espera que derroten– a las fuerzas del mal y la enfermedad. Este nivel está ubicado en el cielo, más allá de las nubes, y sólo es accesible a los yu¸ huä¸ huä¸ruhuä experimentados y poderosos, los que dominan el märipä , que es el máximo poder chamá- nico que permite ver lo invisible y manipular las fuerzas incontrolables del bien y del mal. Allí las fuerzas espirituales antagónicas viven en permanentes luchas y constituye la región más peligrosa tanto para el curandero como para el paciente, pues es ahí donde se decide el resultado de su tratamiento. El tercer nivel, que corresponde al nivel en el que se ubican el sol, la luna, las estrellas y otros cuerpos celestiales, no es accesible ni a los humanos (o sus espíritus) ni a los chamanes.


Este es un plano privativo de los dioses ttü¸ ä¸nä¸ hua(tü), quienes vigilan y cuidan las acciones de los espíritus y fuerzas subordinadas. Finalmente, además de las funciones curativas, los chamanes piaroa juegan un papel central en la regulación del equilibrio ecológico y social de sus comunidades, que como vimos antes constituyen una parte importante de la salud, en el sentido más amplio. Por un lado, los chamanes armonizan la relación de sus comunidades con el entorno, garantizando entre otras cosas la abundancia de los recursos que posibilitan la vida, tales como los animales de caza y las plantas que comen estos animales y las personas. Por otro lado, los chamanes –y el miedo que inspiran los brujos enemigos y los seres malignos, especialmente en el pasado– garantizaban las bases de la continuidad social, pues hacían que los jóvenes respetaran a sus mayores y eligieran seguir las normas de la buena conducta de la comunidad. Muchos ancianos atribuyen el creciente deterioro ambiental, reflejado en el agotamiento de algunos ríos y la merma en la cacería, así como el comportamiento antisocial de la juventud –visible en el incremento del alcoholismo y la violencia intracomunitaria– a la decadencia de la chamanería y la supeditación de sus poderes a los del dios cristiano.


LOS PIAROA ( H u o̧t t ü̧j a / ̧ D e ’ a r u h u a )1 Germán Freire y Stanford Zent 2007

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